jueves, enero 11, 2007

Corazón del Santo (publicado originalmente en R&R #52)

A la hora de enviar este texto a la redacción de la queridísima R&R, el autor andaba ocupado con su habitual ingesta de camote; de manera que omitió una palabra.
Al dejarla quién sabe dónde, generó un hueco en la continuidad espacio-tiempo y sucesos extraños comenzaron a ocurrir: temperaturas altas en Estados Unidos, disminución en el precio del petróleo y un alza inexplicable en el costo de la tortilla mexicana.
Con la finalidad de que el texto se entienda y evitarle más preocupaciones a Al Gore, exponemos aquí la versión correcta/completa/coherente.

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Corazón del Santo.


¡Bum!
Los tripulantes no saben qué es ese ruido.
¿Es un ruido?
Imposible saber con precisión; aparentemente nace en la cajuela y envuelve todo el auto, recorre la estructura, invade la fibra de vidrio, el cristal, el plástico de los faros, cada fibra de los asientos; los envuelve a ellos, envuelve el pavimento, el alumbrado público, los vehículos próximos; a los taxistas en espera de pasaje, a los patrulleros deseosos de terminar con la aglomeración sobre Río Churubusco, sus luces bicolor y sus tambos de color naranja; a los vendedores de camisetas extra oficiales que, presurosos, ya están rematando todo.
¡Bum!
De nuevo… y a bordo todos voltean a verse, las llantas permanecen sobre el piso, los indicadores del tablero no avisan sobre ninguna contingencia. De nuevo… y a bordo rostros de duda.
¿Es un ruido?
¿Una forma desconocida de secuestro fugaz?
¿Tanta imaginación tiene ya el crimen organizado?
¿O será que está temblando?
No, los árboles y los cables se moverían diferente.
Hace unos minutos estaban eufóricos dentro del Palacio de los Deportes. Morrissey sobre el escenario, sus músicos uniformados, el recinto dividido en secciones; el área de admisión general repleta, luces apagadas y proyecciones que delataban el paso del autor por su periodo italiano. Empezó con “Panic”, permitió que el rugido se paseara libre por el lugar; siguió con “First of the Gang to Die” y continuó con “In the Future When All’s Well” como dejando claro de dónde viene y en qué punto de su carrera volvían él y su público capitalino a encontrarse. Desde que presentó You Are the Quarry en 2004 dejó atrás los malos comentarios detonados por Maladjusted. Al estrenar Ringleader of the Tormentors a principios de 2006 repitió la ronda de aplausos; viajó por el mundo, se mostró, a sus cuarenta y seis años, vulnerable, hermoso y con la misma puntería de sus mejores años. Esta noche sujetó el micrófono, entonó “William It Was Really Nothing”, “Everyday is Like Sunday”, “Girlfriend in a Coma”, “Let Me Kiss You” y esa crítica inclemente a Estados Unidos titulada “I Will See You In Far Off Places”. Cerca del final realizó un pase mágico llamado “Please, Please, Please, Let Me Get What I Want”. La última canción del programa fue “Irish Blood English Heart”; las luces devolvieron el sitio a su normalidad amarillenta. Durante el acto, Morrissey se cambió un par de veces la camisa.
La camisa.
¡Bum!
Los tripulantes sabrían qué es ese ruido si por un segundo se quitaran el pánico del rostro e hicieran tantita memoria; si regresaran unos minutos y se recordaran dentro del Palacio, sin frío gracias a la cercanía entre cuerpos, contemplando el concierto; armados con cervezas y vodkas para marinar adecuadamente las emociones. Llegaría hasta su mente, entonces, la imagen de San Morrissey desplazándose, a paso veloz, pero sin correr, de extremo a extremo en el escenario; su perfil delicado, su pecho macizo, el sudor fluyéndole por todas partes y las gotas que, al contacto con la camisa, dibujaban perfecto, un corazón sobre su espalda.
Se veía clarito: ahí estaba, en un tono más oscuro sobre la tela gris; evidente cada vez que Morrissey ejecutaba un giro o caminaba hacia la posición de alguno de sus músicos. Sólo él lleva un corazón a cuestas, a lo mejor con el otro no tiene suficiente.
Si hicieran tantita memoria recordarían la imagen, recordarían que después se desabotonó, lanzó la camisa al público y ellos la atraparon; al salir la metieron a la cajuela.
¿Creerían que así de fácil iba a dejar de palpitar?
¡Bum!
Y si pudieran bajarse para contemplar el auto por fuera, verían que la carrocería ya también está sudando, sobre la lámina ha quedado perfectamente delineado un corazón.

3 comentarios:

BECKZ dijo...

No sabìa que tenías un blog, que chido Julio. La neta me encanta tu narrativa, la manera en que haces de la música un cuento (como la de los $99 en R&R). que chido Julio, un abrazo y felicidades. !!!

Del nahual divino... dijo...

Gran narrador. Cuando te veremos un libro publicado buen Julio ¿uno de cuentos quizá?

Real de lo virtual dijo...

Nunca entendi ese texto